OUALI SAMIR BELKACEMI ESTRADA, Naucalpan, Estado de méxico

Confundir lo humano con el acto de devorar fue el principio de una larga decadencia en la que ha sido increíblemente fácil pasar desapercibidxs.

ZARCO: Crecemos rodeadxs de objetos, estímulos e imágenes que no alcanzan a tocarnos, que no nos devuelven nada. Aprendemos a sobrevivir en un mundo donde nombrarnos parece un acto ajeno. Poco a poco, todo lo que nos rodea es atrapado por lo utilizable, intercambiable, sustituible. Mi obra nace desde ese vacío. Desde la dificultad de habitar el tiempo y la lengua sin volverse mercancía. Desde la necesidad de encontrar en el arte una alternativa. Cada pieza es un intento por abrir ese espacio. Me dejo caer dentro de mí para encontrar otras formas de estar. Trabajo con capas, manchas, escurrimientos, texturas, palabras sueltas y gestos pictóricos que emergen como flujos de pensamiento. No busco representar el mundo tal como es, sino desarmar lo que lo sostiene. Me interesa fusionar lo pictórico con lo poético, lo visual con lo verbal. La técnica no es para mí un medio neutral, sino una forma activa de pensamiento: raspar, cubrir, ocultar, revelar, mezclar, insistir. Una forma de vivir el lenguaje desde la materia y no desde su lógica instrumental.

Desde mi generación —la Generación Z— experimento una tensión constante entre el deseo de pertenecer y la urgencia de disolver lo que se espera de nosotrxs. Mi obra surge en ese espacio intermedio, como un forcejeo entre el agobio de ser capturado por el consumo y la posibilidad de reconceptualizar el mundo desde el agenciamiento poético de lo sensible. El arte, para mí, es el último lugar donde aún podemos escucharnos sin demandar utilidad. Es un lugar donde el sentido no se impone, sino que se construye, se intuye, se pierde y se vuelve a encontrar.

Quiero abandonar la imagen porque en ella se esconde, muchas veces, una trampa: en los imaginarios que heredamos, la imagen fija, codificada, nos impone sentidos antes de que podamos habitarlos. Nos mira desde un lugar que no elegimos. Por eso mi impulso no es crear imagen, sino verbo. El verbo como acto, como movimiento, como proceso. El verbo nos atraviesa y nos implica: no está hecho para ser contemplado, sino para ser encarnado. El verbo exige presencia, nos devuelve al momento en que algo empieza a decirse, a sentirse, a transformarse.

Es ahí donde aparece algo verdaderamente nuestro.

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